La ciudadanía no es un concepto estático, sino evolutivo y dialéctico que transita entre compromisos y acuerdos, entre status e instituciones, entre políticas públicas e intereses corporativos o particulares, entre lo individual y lo colectivo, entre lo universal y lo cooperativo. La ciudadanía implica tener y hacer efectivo una serie de derechos políticos y sociales a través de los cuáles podemos participar y definir la forma en que queremos vivir. Sin embargo, estos derechos no se “activan” de forma instantánea, pues para que estos se hagan efectivos, debemos primero tener conciencia de ellos para luego movilizarlos, lo que significa estar dispuestos a ejercer, tanto nuestros derechos como nuestros deberes en los espacios públicos y privados.
Por lo mismo, podríamos señalar que la ciudadanía es un proceso de conquista permanente de derechos formales y de exigencia de políticas públicas para hacerlos efectivos, ya que esta se aprehende, puesto que no es una etiqueta que se reciba al nace, ni tampoco opera automáticamente. No porque exista un estatus normativo de ciudadano, sé es ciudadano, sino que se requiere desaprender este concepto institucionalizado, para co-crear, en colectivo, un nuevo ciudadano(a).

¿Somos ciudadanos o consumidores?

El Modelo Neoliberal nos “enseña” que debemos ser consumidores de “cosas” que muchas veces no son necesarias para un buen vivir. Así, gran parte de la población pasa largas horas diarias laburando en trabajos precarios o sin sentido, recibiendo salarios que muchas veces ya se encuentran “comprometidos”  con la banca generando un círculo  vicioso de  sobre-consumo, endeudamiento y fortalecimiento del rol de consumidores. Así, hemos ido desplazando nuestro desempeño ciudadano hacia las prácticas del consumo, de tal manera que muchas preguntas, propias de la ciudadanía, se  fueron respondiendo más en el consumo privado de bienes y servicios que en los espacios  públicos.( García Canclini,1995).
El neoliberalismo, con su esencia mercantilizadora, ha instaurado transversalmente el cáncer de la alienación, de la enajenación, de una falsa consciencia ciudadana, pues, de acuerdo a este modelo, somos ciudadanos en tanto tengamos   capacidad adquisitiva de bienes y servicios.

¿Cómo desarrollamos ciudadanía?

El desarrollo de ciudadanía, implica co-construirse, es decir,  reconocerse como ser humano en convivencia, en relación con un entorno colectivo, comunitario. Así entendemos que la ciudadanía no es un concepto unívoco sino más bien doblemente relacional, ya que esta co-construcción se logra a través de la interacción y relación con las/os otros y con la acción social. Esta interacción significa un dialogar con la/el otra/o, actuar con la/el otra/o, sin embargo, este acto relacional es un acto más bien complejo, pues existe una macroestructura cuya base ideológica establece que, para alcanzar “éxitos”, debemos situarnos desde un “yo” individual y desarraigado, nucleándonos desde un egocentrismo teñido de narcisismo que invisibiliza al otro, y por tanto, impide todo acto de interacción no coercitiva, sino de sentido colectivo y de participación ciudadana.
La ciudadanía implica ser consciencia y acción para el/la otro/a, o sea, ser consciencia y acción con la/el otra/o en un proceso no lineal, sino discontinuo, desigual y contradictorio en el tiempo y el espacio. Y que no es más que las relaciones de interacción puestas al servicio de procesos colectivos, de consensos múltiples y de individualidades develadas. Es estar y actuar para las y los otras/os también de manera discontinua, contradictoria y desigual, pero consciente de esta complejidad y ausente de pasividad.
La ciudadanía existe, está en todos nosotros, es inherente y se vuelve realidad material en la acción social, pues cuando comprendemos que somos comunidad con intereses, deseos y esperanzas, con palabras y mitos que nos constituyen como humanidad. La ciudadanía es humanidad, es espacio de significaciones pero también de realizaciones, de luchas y derrotas, de derechos y compromisos, y todo ello en un marco de sentido consciente y transformador, liberador, inclusivo y democrático.


Turner,  establece  que existe una  ciudadanía pasiva, “desde arriba”, de responsabilidad del Estado, que representa a una ciudadanía conservadora, y una ciudadanía “desde abajo”, proveniente de organizaciones locales autónomas, configurando a una ciudadanía más bien revolucionaria.   En tiempos de decisiones políticas que definen los ejes programáticos respecto de qué país, región y comunidad queremos continuar construyendo, cabe detenerse  y preguntarse ¿Cómo comprenden los/as candidatos el concepto de Ciudadanía? 

Pamela Henríquez
Candidata a Consejera Regional
Movimiento Autonomista
Frente Amplio





 
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