La violencia como acción política ya es una triste realidad en Chile. Desde 2019, ciertas fuerzas políticas extremas idealizaron, relativizaron y envolvieron con un aura romántica los actos de violencia, la que adquirió mayor fuerza y más validación. ¿Y cómo no?, si a quienes las ejercen, sean individuos o grupos organizados, les ha traído una y otra vez triunfos políticos, es decir, la violencia ha sido “rentable” como medio de acción política.

Por su parte, las fuerzas moderadas, tales como la centro izquierda y centro derecha, dejaron de luchar contra la violencia y en favor de la paz, ya sea por omisión, temor, por no caer en lo impopular o por simple falta de convicción, entre otras razones.

Todo lo anterior llevó a la sociedad chilena a quedar inmovilizada y perpleja ante esta dicotomía de las fuerzas políticas. Violencia versus paz social, el mensaje dado por la casta política fue lamentablemente opaco, la violencia es rentable, consigue los objetivos y la paz es el camino añejo, el de la medida de lo posible, el de la política de los acuerdos, en suma, esta pasada de moda y no se consigue mucho aplicándola.

Los resultados de esta inercia política en favor de la violencia, hoy hace chocar a Chile contra un muro. Manifestaciones cada día más violentas, pegar a las policías es visto como “cool”, destruir el barrio de  Plaza Baquedano esta internalizado como una norma, ahuyentar a una ministra a balazos se justifica como un  acto de “soberanía”, destruir Pymes y saquear se pinta como luchar contra el modelo, narcos en cada cuidad de Chile es ver una serie de Netflix, la delincuencia en barrios es parte del paisaje cotidiano y, ahora último,  entrar a un departamento de un quinto piso, golpear al dueño y saquear sus pertenencias en plena manifestación, fue la guinda de la torta. 

Con todo lo anterior, ¿para qué dejar la violencia?, ella es rentable, con ella el Estado se pone de rodillas, la sociedad civil se atemoriza, hay un halo de impunidad y los beneficios son inmensamente superiores al costo de ejercerla. No hay razón alguna para dejarla, es la conclusión a la que llegan los que la practican.

 ¿Y la Paz?, bueno, ella ya no es moda, ya no es “cool” y, en parte, representa los “vicios” de la antigua república, esa que se ha construido por más de 30 años, pero que es desechada por la ola refundacional.

La Paz, no es intangible, no es un valor ni un acto espontáneo, tampoco es gratis. Por el contrario, la Paz es o debiera ser un esfuerzo permanente y creciente por no caer en la violencia como medio para resolver los problemas. La paz no es un concepto que se plasma en una balada, es una construcción y una energía social que día a día debe ser trabajada, para justamente mantenerla como activo social en alto valor. Pero cuando La Paz es desechada, minimizada y denostada por los y las líderes, los efectos son los que hoy vemos en nuestras calles. En el Chile hoy las “acciones” de la violencia están más valoradas que las de La Paz.

No se saldrá de este espiral de violencia, si la sociedad chilena no hace esfuerzos concretos para poner nuevamente a La Paz en valor como un componente esencial e inherente para conseguir cambios profundos en el país, dicho de otro modo, debe instalarse que para avanzar debe haber siempre paz, de lo contrario se retrocede.

Este esfuerzo debe nacer primariamente de la casta política, partiendo por respaldar a las policías, en esa materia, la actual Ministra de Interior a casi un mes de Gobierno al fin dio esa señal, a los saquean y queman se les debe investigar y no indultar, a quienes queman vivo a otros seres humanos se les debe encarcelar y no excarcelar, cuando a una ministra a balazos se le impide recorrer Chile, el Gobierno se debe querellar y no omitir y quienes destruyen Pymes,  negocios o entran a los hogares en el marco de una manifestación se les debe detener en el acto por las policías con pleno respaldo de las autoridades y no intricadas críticas. Por último, cuando haya actos de violencia política los y las líderes deben todos al unísono condenarla y no alabarla. Con dichos esfuerzos, es posible que la sociedad civil deje el temor y vuelva a creer que el camino de paz para un mejor Chile. Se debe trabajar para que La Paz vuelva a ser valorizada.

 Francisco Sanz

Concejal por Curicó

 

 

 

 
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