Hoy votamos y en el metro cuadrado de la cámara secreta, premunidos de un lápiz y un papel todo ciudadano y ciudadana tiene el poder de decidir quién conducirá los destinos del país por los próximos cuatro años.  Este es el mayor poder que nos concede la democracia y con nuestro voto podemos definir quién será el portador de la banda presidencial y de la piocha de O’Higgins. Esto no es menor, porque somos un país presidencialista donde el Presidente concentra grandes poderes para tomar decisiones que impactan en la vida diaria de las personas.

Esta facultad poder, se ejercerá en un contexto de crisis de nuestras instituciones democráticas, de profunda desconfianza respecto de quienes se postulan para los diferentes cargos de elección popular, y de un temor transversal producto del accionar del crimen organizado y también del no organizado, lo que se explica entre otras causas, en una sociedad que prioriza la búsqueda del bienestar personal a cualquier precio, menospreciando el valor de la solidaridad y de la búsqueda de un sueño y de un proyecto colectivo.

Y hago hincapié en esta cuestión de fondo porque si seguimos comportándonos como seres egoístas y consumistas, el voto no servirá de nada. En efecto, sin cambio real de las personas, todo seguirá igual que siempre.

El poderoso seguirá abusando de los más débiles: el criminal seguirá delinquiendo, sin respetar ni Dios ni ley; el corrupto seguirá corrompiéndose e intentando corromper a los honestos: el contribuyente seguirá pagando a regañadientes, o eludiendo o intentando eludir el pago de impuestos: a su vez el Estado seguirá recaudando y mal gastando el dinero público o peor aún, endeudando al país: los estudiantes de colegios particulares seguirán ocupando las mejores vacantes en la educación superior, mientras los estudiantes de los llamados liceos públicos emblemáticos seguirán lanzando molotov en la vía pública.

En materia de descentralización, Santiago seguirá concentrando el mayor gasto fiscal y desde Santiago se seguirá decidiendo que obra regional contará con financiamiento y cuales deberán seguir esperando para una mejor ocasión que probablemente nunca llegará. Y así, de esta forma, Santiago completará 9 estaciones de tren subterráneo, mientras, en regiones, seguiremos dependiendo del auto particular, de las micros y del taxi colectivo. Y por cierto, los ciudadanos de regiones seguiremos pagando por el 40% de santiaguinos que de manera egoísta e incivilizada eluden el pago del Transantiago día a día.

Por eso, les ruego, les imploro que voten pensando en Chile y que, al momento de sufragar, juremos o prometamos cambiar y dar lo mejor de cada uno de nosotros, para que juntos construyamos un gran país que garantiza a todos sus hijos e hijas igualdad de oportunidades, en un clima de respeto y tolerancia.

Sin compromiso de cambio personal, dará lo mismo que gobierne Jara, Kast, Kaiser, Matthei, Parisi, Mayne-Nicholls, Enríquez-Ominami o Artés, el país seguirá en picada y los chilenos seguiremos cada vez más divididos, endeudados, enfermos, deprimidos, egoístas, adictos y atemorizados.


Gerardo Muñoz Riquelme

Abogado

 

 

 
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